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jueves, 6 de septiembre de 2012

Perfecta agonía


¿Qué es el tiempo, sino una mera cuenta atrás? Minuto tras minuto, la vida se va consumiendo como una colilla, indeseosa, frágil, tal vez esto que llamamos vida sea demasiado inmensa para conocer el concepto de vivirla. Los hechos acaecidos semanas atrás, no eran más que un pasado  irrelevante, cuya condición no suponía ningún futuro incierto. Y que más quiere decir esta frase que mi vida se había convertido en una perfecta monotonía donde parecía que todos mis movimientos estuvieran sincronizados por alguna fuerza externa. ¿El destino, Dios, el universo, las hadas? Todo era incierto; incierto y rematadamente pesado para mí.
¿Qué pasa cuando pasan de no afectarte unas cosas, a afectarte a más no poder? Es fácil ver un caso a la inversa (que no te afecte nada), volverte insensible por haber “vivido” demasiado. Como el caso de Benjamin Button, yo crecía y me iba haciendo más y más vulnerable a la vida.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido del móvil, miré a la pantalla y quedé sorprendida al ver quien era.
-          Hola Sr Jones , ¿Cómo está usted? – dije a modo de saludo, aunque no me interesara lo más mínimo su estado de ánimo.
-          Me alegro de oírla Sta Clyde. Espero no haberla pillado de improvisto, pero hablé con el Dr Meyer y me informó de que su madre, ya sabe…
-          Sí, no está pasando por el mejor momento.
-          Estoy dispuesto a ir poniéndola al corriente de la investigación, si es que su familia y usted aun quieren seguir formando parte de cada paso que damos.
-          Por supuesto, todo sea por mi hermano.
La conversación concluyó con un cordial hasta pronto, ya que nos habíamos citado para dentro de dos días.
Conocí al Sr Jones hace aproximadamente un año. Se mostró dispuesto a ayudarnos desde el primer momento en que cuestionamos las circunstancias en las que había muerto mi hermano. Mi madre y yo nos negábamos a creer que la verdadera causa fuera el incendio, y todo el extraño contexto que lo rodeaba. ¿Cómo era posible que no se despertara al oír la alarma de incendios? Era normal que nadie viera nada, puesto que mi hermano vivía en una especie de chalet a lo alto de una montaña, y a las afueras de la ciudad. ¿Cómo se le ocurriría semejante cosa? Tal y como yo lo recordaba, era muy sociable, le gustaba hablar con la gente, salir… Nada tenía sentido, no sólo mi existencia, sino también su extraña circunstancia de inexistencia. No se puede morir si no has vivido. La muerte de una persona joven, afecta aún más que la de un viejecito. Y no es que le queramos menos. Pero es que ellos han tenido toda una vida para asimilar su inevitable destino. Mi hermano estaba desprevenido, distraído… ¿Por qué pensar en la muerte cuando eres joven? Simplemente, le pilló por sorpresa.

jueves, 28 de julio de 2011

Amy Winehouse.

Cada día que pasa, siento que vuelves a irte, otra vez, sin despedidas, callada, y con muchas cosas por hacer...
Y repentinamente soy consciente de que no podías morir, si ni siquiera habías vivido.
Gracias por tu música.
AngelineClyde

jueves, 14 de julio de 2011

CAPÍTULO 2. ÉL.

Caminaba por la acera despacio, mi paso era firme y evitaba cuanto podía desviarme del camino, pues me daba la sensación de ir haciendo eses. A pesar de todo, me importaba lo que pensara la gente, algo incomprensible para una persona como yo, solitaria e independiente. Pero así era , no podía evitar molestarme cuando oía comentarios sobre mí, aunque estos fueran buenos, en tal caso la vergüenza acababa conmigo.

Hacía un mes que no le veía, pero no puede evitar sonreir cuando vi que le pasba lo mismo que me pasó a mi. Eran aproximadamente las 11 de la mañana, yo me dirigía a casa y el seguía corriendo. Me acerqué a él y le ofrecí agua. Ahora, nunca salía a correr sin ella. Había aprendido de él sin apenas conocerle.
-          ¿Quieres un poco? – pregunté risueña.
-          Supongo que me debes el favor – rió el también. – Gracias –
Me dirigía hacia el camino que iba a mi casa, cuando escuché que alguien me guitaba desde lo lejos.
-          ¡Espera!
Permanecí quieta y esperé a que se acercara a mí. Observé la agilidad con la que se movía hacia mi. Con una mueca en la cara inquirió:
-          Aún no me has dicho como te llamas.
-          Angeline – intenté no sonar grosera pero realmente tenía ganas de llegar a casa.
-          ¡Oh! Encantado. Yo soy Edmund, pero puedes llamarme Ed. ¿Puedo llamarte Angy?
-          Así es como me llaman mis amigos.
-          Bueno, eres la desconocida chica con la que me he estado encontrando durante estos meses.
-          Hacía un mes que no te veía.
-          Bueno, he estado algo ocupado. Y últimamente no me apetece mucho ir a correr.
-          Normal, ¡En las horas que vas! Deberías probar a venir por la mañana, muy temprano. No hace tanto sol.
-          ¿Es un invitación? – sonrió.
-          Tómatelo como quieras… ¿Te vienes o no?
-          Vale, me pondré el despertador.
-     A las 8 te espero aquí. ¡De la mañana!
Seguí mi camino hasta casa y por fin llegué. Mi madre estaba demasiado ocupada convirtiendo oxigeno en dióxido de carbono, así que decidí hacer yo la comida. Pasaba gran parte de mi tiempo mirando recetas en internet, experimentando, probando nuevos platos. Mi madre siempre me decía que hiciera otras cosas, que no limpiara en casa, que no hiciera la comida ni la compra, que no tendiera, y que no pusiera la lavadora, que esas eran cosas que los adolescentes no hacían. No me importa mamá, enserio. Le repetía yo siempre. De todas maneras, si no lo hiciera yo, ella tampoco lo haría, y por otra parte, podía gastar mi tiempo en hacer algo. No podía estar parada ni un segundo. No podía darle a mi cerebro una oportunidad para pensar.

viernes, 11 de marzo de 2011

CAPÍTULO 1. FATAL REALIDAD


La luna brillaba cuando decidí levantarme. No era una noche como las demás. Hacía un año que mi hermano había muerto. Consideré la idea de ir a dar un paseo por el parque, pero las calles de Manhattan estaban muy transitadas a esas horas, había olvidado lo que era vivir en la gran ciudad, aunque fuera en las afueras. Trasnochar estaba en la lista de las cosas que mas me desagradaba hacer; los oídos me pitaban y el estómago se me revolvía, aunque eso no era nada comparado con mi dolor de cabeza. Era insoportable. Mi mente se deslizaba a lugares insólitos donde la realidad se desvanecía por completo. Mi imaginación variaba según la intensidad del desvanecimiento y el vacío era lo único que habitaba allí. Algo tan insustancial no tenía por qué causar tanto malestar, podría compararse con meditación o algo similar, pero no lo era. Era desconocido, demasiado intenso para un cerebro humano. Todo a mi alrededor carecía de total sentido y el silencio en mi cabeza se multiplicaba por segundos. Los recovecos de mi conciencia luchaban gritando que nada era real, nada. Esto enloquecía a mi razón y daba paso a desdichadas preguntas sin coherencia alguna, preguntas sobre la funestidad de la muerte de un ser querido, preguntas sobre su paradero.





Decidí pues, quedarme toda la noche despierta. Cuando no podía dormir, solía ir a la habitación de mi hermano y coger alguno de sus libros. Esta vez me decanté por Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Las limitaciones que nos ponemos nosotros mismos, y el camino que nos lleva a encontrarnos era uno de los temas principales del libro. Me sorprendió ver que gran parte del vocabulario empleado por mi hermano era un reflejo de lo que leía. ¿Acaso el se puso alguna meta? Nunca me di cuenta de ello, quizás debería haber prestado más interés en cuanto se refiere a sus aspiraciones, sueños...
Me arrepentí al instante de haber acabado el libro tan rápidamente, pues ya no tenía nada que pudiera evadirme de aquella intensa jaqueca. Fue entonces cuando localicé en uno de los estantes de la pared, un ahora polvoriento guardador de CD’s que le regalé para su decimonoveno cumpleaños. Nunca llegué a descubrir qué grupos de música le gustaban. Estaba en mis manos descubrirlo ahora, mejor tarde que nunca, me dije. Iba a coger un CD al azar cuando uno de ellos cayó al suelo. Avenged sevenfold. Cogí un viejo disman y unos auriculares y caí rendida en la cama. Primera canción: Afterlife, qué casualidad!, pensé. El grupo no era tan malo. Pude adivinar que el estilo era metalcore, pero a la vez las canciones eran muy melódicas, con inflexiones de voz inesperadas y lentitud repentina. Escuché varias veces el CD hasta que finalmente el cansancio me venció del todo.

Me desperté a la mañana siguiente con un día entero por delante. El sol aún no había salido y me extrañó levantarme temprano yo sola, habiendo dormido tan poco. A pesar de ello, me sentía descansada y tenía ganas de salir a la calle. Me puse un viejo chándal y unas zapatillas y salí a correr. Las calles estaban vacías, y el sol ya empezaba a asomarse tras las montañas. Me puse unos hasta ahora enredados auriculares y descarté dirigirme hacia el parque, pues ya lo tenía muy visto. Esta vez decidí escoger un camino más largo, un camino que me diera la oportunidad de correr sin que nadie me molestara. Me dirigí hacia la derecha. A unos diez metros, se podía ver como habían abandonado las obras de un “centro comercial”. Tan solo habían puesto unos pocos árboles y unos bancos que difícilmente podrían resultar útiles.
La soledad duró poco, el camino que escogí ya estaba frecuentado por alguien. Maldita sea, dije para mis adentros. Cuando me acerqué pude apreciar que se trataba de un joven de unos diecisiete años, alto y no demasiado robusto. Destacaba su cabello corto y castaño y unos ojos que, en la lejanía, parecían azules como el cielo. Me miró con una gran sonrisa y gentilmente se la devolví. Corrí hasta que estuve fatigada y enseguida tuve sed. Escudriñé a lo lejos una fuente que no parecía funcionar. Me acerqué para comprobarlo y vi al chico de antes.
-          No funciona, murmuró.
-          Ya veo, contesté apretando el botón. Suspiré.
-          ¿Quieres un poco?, preguntó mostrándome una botella de agua. Sonrío.
-          Sí, gracias.

Cuando llegué a casa, hice la comida, ya que mi madre no estaba por la labor. Cuando acabé me di cuenta de que faltaban demasiadas cosas, y me fui a comprar.
Llegó la noche, y llegaron las no-distracciones, las ganas de dejar la mente en blanco y no poder. Estaba demasiado cansada para leer y decidí tumbarme en la cama e intentar no pensar en nada. La memoria que tenía solía jugarme malas pasadas, pero en aquellos momentos hubiera sido la más feliz del mundo en olvidarlo todo por completo. Un escalofrío me recobraba de las inmensidades del paraíso, lugares cuya finalidad se basaba en equilibrar mi estado emocional para hacer que olvidara la muerte de mi hermano. Pero sólo por un segundo. El resto de la noche la magnitud de mis quebraderos de cabeza me hicieron volver a la fatal realidad.

miércoles, 9 de marzo de 2011

¿Eres consciente de que no lo vas a volver a ver nunca más?

Ese amago de esperanza que ya se veía, perecerá por siempre. Si el no está, el sueño hasta ahora construido, se derrumbará, empezando por los pilares más bien solidificados. Las oportunidades de volver a estar con él, de tener alguna posibilidad, huyen efervescentes. Y es que cuando me vuelva a asomar a la ventana, ya no tendré miedo de que me vea, porqué yo tampoco lo veré a el.
Y cada gesto que hayan hecho sus manos se volverá más relevante que nunca, y mis ojos añorarán cada esencia de él, esencia hasta ahora no captada por mis lágrimas...

AngelineClyde